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2000 románticos: la mujer en la literatura romántica.

Bien es sabido que la libertad y las ansias creadoras de un escritor/a, novelista o poeta siempre están latentes en su persona. Y bien es cierto también que esta inclinación es la que propicia las más bellas, deseadas y buscadas historias. Pero... ¿qué hubiera sucedido si dicha necesidad humana se viera cortada por los cánones sociales y existenciales?


Esta ha sido una de las preguntas que ha hilado la mesa redonda que 2000 Románticos ha llevado a cabo en el espacio Fundación Telefónica con Fernando Marías, Rosa Huertas, Iria G. Parente y Javier Olivares. Un encuentro para poner sobre la mesa el valor de las mujeres y la literatura de terror en el romanticismo español.

Cartel publicado vía Twitter Javier Olivares.

Bien es cierto que la tertulia ha dado comienzo con la contextualización del concurso literario (pincha para acceder a la web del certamen) para jóvenes de 3º y 4º de la ESO de la Comunidad de Madrid y la necesidad de generar espacios de recreación literaria entre manos adolescentes. Una apuesta (y permítanme mi atrevimiento profesional ahora mismo) que supone una bocanada de aire y un anclaje perfecto para conocer momentos y épocas pasadas. Al menos, como profesora de literatura, agradezco situar a mis alumnos/as en el punto creador con un telón romántico y decimonónico de fondo. Es, más bien, una necesidad catártica para hacerles ver la necesidad de sentarse a imaginar, crear y plasmar. Pero estos, quizá, sean otros menesteres personales que deban volcarse en una lista de deseos similares al carrito de Amazon. Quién sabe.


Volviendo a los derroteros que me llevan a esta entrada en la web es importante situar dos nombres propios que han sonado con fuerza como son Carolina Coronado y Gertrudis Gómez de Avellaneda. Dos autoras propias de esta época y que, sin embargo, parecen estar eclipsadas por la tan característica tríada de los libros de texto: Espronceda, Rosalía de Castro y Bécquer.

Pero es cierto, y así lo ha transmitido Rosa Huertas, que las similitudes con el pasado siguen latentes. Y para muestra, un botón.

¡Libertad! ¿qué nos importa? ¿qué ganamos, qué tendremos? ¿un encierro por tribuna y una aguja por derecho?

Estos versos, entresacados del poema Libertad de Coronado, vienen a poner sobre la mesa una denuncia que hoy día se sigue manteniendo en muchos aspectos de la sociedad. Una palabra, "libertad" que es un bajo continuo dentro de la realidad conceptual e histórica del siglo XIX en España.

Una reivindicación de la mujer que en aquel momento no podía dedicarse por entero a un placer tan bello como la escritura. ¿Cómo iba a ser posible que una muchacha se dedicara a escribir versos?


Y es entonces cuando una "intrahistoria femenina" surge, ya no solo en España, sino también a nivel europeo. No quiero olvidar nombres que, a pesar de no haber salido en la charla, son y han sido referentes en este movimiento como Jane Austen a finales del XVIII y principios del XIX, las hermanas Brontë, Louisa May Alcot, Mary Shelley, Beatrix Potter en la segunda mitad del siglo XIX...


Es una certeza que la mujer escritora empezó a tejer su historia desde los inicios del ser humano, pero pocas referencias encontramos a lo largo de los siglos (y no por falta de talento o calidad) hasta llegar al siglo XIX donde, tímidamente, van rompiendo un cascarón que hasta entonces había sido muy complejo quebrar. Ese siglo en el que los avances, la ciencia, las revoluciones industriales y tecnológicas comienzan a dar paso a un nuevo mundo.


Tomo como referencia la metáfora que Javier Olivares ha hecho en su intervención sobre el diseño de las portadas de los libros así como del personaje Alexandra Tintanegra. Y es, precisamente, el hecho de convertir al siglo XIX en ese momento histórico en el que confluye lo antiguo y lo moderno, el mundo ya conocido y toda la vertiginosidad que se iba a producir, esas luces y candelabros con la aparición de la bombilla en 1883. Una simbiosis y un paso acompasado de lo conocido y de la incertidumbre. Una instantánea de la evolución del mundo.


Está ahí la magia del concepto romántico y de este movimiento. Y precisamente, dentro de la magia que lo envuelve están también las aportaciones gráficas de Javier Olivares. Durante su intervención ha recreado un proceso creador desde los orígenes hasta la concepción de un personaje (la ya mencionada Alexandra Tintanegra) que constituye una configuración romántica de la mujer del XIX. Ese apellido entraña dentro de sí la palabra impresa, la tinta y el borrón. La escritura en definitiva. Un personaje femenino potente que encarna los valores propios del Romanticismo en algunos de sus diseños en los que lo natural (o sobrenatural) es el protagonista:

Imagen de Javier Calvo. Vía Twitter.

Es precisamente ese cielo nublado, con los árboles desnudos por el frío invierno y un mar embravecido, lo que provoca en el espectador esa sensación de drama romántico, de la decadencia humana y su sentido de trascendencia y angustia vital de estos momentos. La necesidad de evasión de la vida cotidiana y el arrojo de una determinación que, como diría Cernuda, " (es) la única libertad que me exalta/la única libertad por que muero".


La última instantánea, la que corresponde con esta cuarta edición del certamen, vuelve a los clichés románticos en ese subgénero de terror que hoy denominaríamos terror psicológico al ver tu propia tumba estando vivo (o al menos creyendo estarlo). Esa vigilia humana que te hace dudar entre el duermevela y la muerte infinita.

Se me hace hasta familiar con la escena del Tenorio en la que Don Juan está ante la estatua de su padre (Don Gonzalo) ya fallecido y se produce esa misericordia de Dios y apoteosis del amor. De nuevo lo ilógico, lo sobrenatural y misterioso, la leyenda y la muerte se conjugan para dar un pistoletazo de salida muy potente al concurso de 2000 románticos.


Pero es cierto que el protagonismo en este caso, en la primera mesa redonda, es para las mujeres. Para darles voz en un momento tan importante y necesario y para seguir haciendo ver la potencialidad del mundo de las artes y la literatura tanto en hombres como en mujeres.


Un momento para que los jóvenes se armen de valor para volcar lo que llevan dentro y puedan retrotraerse a ese siglo convulso, trepidante, fascinante y antecesor de muchos cambios exponenciales que hemos vivido durante los siglos XX y XXI. Adelante por poner en valor esa tinta negra, azul o roja. Simplemente por poner voz y espacio a tantos jóvenes que ven en la escritura un modo de seguir creciendo. Solo así podremos ayudarlos para que el día de mañana sean personas íntegras y preparadas para el mundo que les tocará vivir.


Hasta entonces seguiremos muy de cerca a nuestros 2000 románticos.




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