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#1 Firma de autor · Mary Shelley

Es el mes de octubre el momento idóneo para traer a la vida a zombies peliculeros, historias de terror que evocan las más truculentas leyendas o ilusiones vanas que se encuentran en el fino hilo entre la vida y la muerte.


El halo de la celebración de Halloween es un hito marcado en el calendario mundial como un momento de dar rienda suelta a algunos de estos aspectos. Y aunque en Espacio Loque no vamos a tratar nada relativo a dicha tradición, sí nos sumamos a que este décimo mes del almanaque puede ser una buena carta de presentación para nuestra primera autora en Firma de autor.


Queremos compartir con vosotros una de las mujeres referentes en la historia de la literatura. Y para ello debemos volver la vista atrás. Hasta el siglo XIX. Concretamente al año 1816. En el famoso año sin verano algunas de las firmas más ilustres del Romanticismo como Byron, Polidori o el matrimonio Shelley se dieron cita en Villa Diodati, junto al lago suizo Lemán, para pasar unos días de esparcimiento y diversión.

Vamos, lo que hoy entenderíamos como pasar un fin de semana en una casa rural con amigos. Pero con una ligera diferencia. El mal tiempo que se produjo durante aquellos meses hizo imposible cualquier tipo de actividad al aire libre. Fue entonces cuando Lord Byron propuso un reto (que hoy día las redes sociales bautizarían como writing challenge) para que escribieran un relato de terror.

Esta contextualización y selección es uno de los puntos de inflexión claves para que Mary escribiera su Prometeo encadenado (denme esa posibilidad de traer a la luz mitos y no quedarme solo con Frankenstein)

Sin embargo, antes de llegar a aquel famoso momento, el recorrido y la experiencia vital y humana de Mary fueron condicionantes fundamentales para cocinar una novela considerada un auténtico clásico. La mezcla de las dimensiones humanas, góticas y morales en el encorsetamiento de principios de 1800 resulta una fuente de inspiración grandiosa en su obra.

La vida de Mary comienza con la ausencia de su figura materna, elemento que será trascendental en su novela. La muerte de Mary Wollstonecraft a raíz de una infección tras el parto dejaría a su marido, William Godwin al cargo de sus hijas. Esto supone para Mary Shelley una ausencia, una pérdida, una falta de asentamiento con el mundo que comenzará a obsesionarla a posteriori (con el nacimiento y fallecimiento de su hija y su fijación para ser una buena madre).

A ello se suma el boom que en este momento histórico tendría el galvanismo. Este nombre, asociado al padre que lo investigó –el italiano Luigi Galvani–mantenía que la electricidad se comportaba como una fuerza vital innata y por ello aseguraba que los tejidos de los animales contenían en sí mismos electricidad, pudiendo estimular el organismo y proporcionar vida. Resucitar un cuerpo que ya estaba muerto.



Cuando Mary entra en contacto con estas teorías científicas que ya se abrían paso en el siglo del crecimiento exponencial de la ciencia, su criatura ya estaba rondando en su cabeza.

La ausencia de esa madre que no pudo tener y que en su mente volvía a la vida o la de una hija fallecida por un parto prematuro había supuesto un duro palo en su concepción como mujer.

Devolver a la vida un cuerpo inerte suponía una crisis moral que se materializó en su obra Frankenstein. Una cosmovisión que se rompía desde el minuto en que el ser humano es capaz de traspasar las normas hasta entonces conocidas.


La concepción de “la criatura”, la obsesión de un Dios (o sumo hacedor según la concepción filosófica) materializado en un hombre y la capacidad para transgredir lo humano suponen una carta de presentación a la moral muy fuerte.

Pero es cierto que Mary, cuando pensaba en “su engendro”, también asumió la dicotomía de un personaje que iba a ser rechazado por la sociedad, donde la soledad, el odio y la exclusión serían bazas fundamentales. No choca mucho pensar que algunos de los acontecimientos vividos por la propia Mary cuando abandona su casa para fugarse con Claire (su hermanastra) y Percy y viajar por Europa generaron en sus círculos familiares y sociales cierto rechazo y exclusión. El hecho de estar embarazada de un hombre casado (que posteriormente quedó viudo por el suicidio de su mujer Harriet) también ponía en boca de muchos la falta de cordura y decoro de una muchacha como ella.


Experiencias vitales que, cómo no, sufriría su criatura. El rechazo de un engendro que no había pedido vivir y que, sin embargo, por la fantasía de Víctor Frankenstein resurgía de lo más profundo del ser humano; la dicotomía entre el bien y el mal. Lo correcto y lo incorrecto. Lo ético y lo transgresor.

La sucesión de instantáneas vitales de Shelley (visión de su criatura incluida) amalgaman la perfecta definición de concepto romántico. Una historia lúgubre, marcada por el devenir de una vida que oscilaba entre la pasión, el amor, la vida y la muerte. La batalla entre ciencia y religión. Y subyacente a todo ello, como eje central, el ser humano y su moral. El intento de subir al Olimpo y convertir en una deidad a una criatura carnal.


La obra de Mary Shelly supone, por tanto, el inicio de la novela contemporánea y de ciencia ficción. Un campo en el que las posibilidades para jugar son infinitas. Asienta las bases para un entretenimiento y juego mental delicioso, pero cuidado, también aboga por una reivindicación social y moral. Un grito hacia lo que está por venir con la Revolución Industrial de fondo y el cuestionamiento existencial.

Y con ello, su propia condición de mujer. En un momento histórico en el que las autorías de las novelas, antologías o poemarios iban rubricadas con nombres masculinos, la irrupción de Mary en el panorama literario supuso un torrente de incalculable valor. Una apuesta y una reivindicación por el papel de la mujer, de su concepción del mundo, sus pensamientos, sus necesidades y su potencial.


Una mujer que trasciende la escritura como mero entretenimiento para conjugarlo con la filosofía y la crítica, reflexión y difusión del pensamiento. Y aquí ya no solo entra Frankenstein sino otras de sus obras como Mathilda, El último hombre o Lodore (o La hermosa viuda como también se ha publicado) convirtiéndola en un referente literario.



Hay muchas referencias, crítica literaria, estudios e investigaciones sobre su figura, su vida y su obra. Altamente recomendable para radiografiar a una mujer de su talla. Como recomendación os traemos el tráiler de la película que en 2017 llevó a las pantallas la directora Haifaa Al-Mansour con Elle Fanning encarnando a una joven Mary Shelley.


Una mujer, una autora y una vida que dieron lugar a una obra cumbre como es Frankenstein o el moderno Prometeo. Una aproximación hacia el ser humano. El que sintió, padeció, se enamoró y convivió con la muerte. El que tuvo que bailar con el estallido de la felicidad y la orfandad más profunda. Y a pesar de ello, continuar hacia delante.

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