top of page

Algo pasa con Mary... (Shelley, claro)


Muchos dicen –y no es mentira– que la primavera altera nuestra conciencia y percepción y pareciera que nuestro mundo se tiñera de algún color pastel a elegir por el consumidor. También es cierto que en esta época los deseos irrefrenables que han estado dormitando durante el invierno comienzan a aflorar (curiosa la familia léxica propia del mes de abril)


Sin embargo, si hay algo en este segundo trimestre del año que deba ser respetable no es precisamente el estreno de la última temporada de Juego de Tronos (que también, pero en otro orden de cosas), sino la recta final de relatos para el concurso de 2000 Románticos. El próximo martes, 23 de abril, y coincidiendo con el día del libro, se cierra la recepción de manuscritos para esta cuarta edición.

Y tomando precisamente como telón de fondo este mes de abril tan literario queríamos traer a escena a uno de los personajes que conforman y dan vida a un proyecto literario como 2000 Románticos: Mary Shelley.


El concurso gira alrededor de aquel acontecimiento de 1816 en el que firmas tan ilustres del Romanticismo como Byron, Polidori o el matrimonio Shelley se dieron cita en Villa Diodati, junto al lago suizo Lemán, para pasar unos días de esparcimiento y diversión. Vamos, lo que hoy entendíamos como pasar un fin de semana en una casa rural con amigos. Pero con una ligera diferencia. El mal tiempo que se produjo durante aquellos meses hizo imposible cualquier tipo de actividad al aire libre. Fue entonces cuando Lord Byron propuso un reto (que hoy día las redes sociales bautizarían como writing challenge) para que escribieran un relato de terror.


Esta contextualización y selección que se hace desde 2000 Románticos es uno de los puntos de inflexión claves para que Mary escribiera su Prometeo encadenado (denme esa posibilidad de traer a la luz mitos y no quedarme solo con el nombre de Frankenstein)


Sin embargo, antes de llegar a aquel famoso momento, el recorrido y la experiencia vital y humana de Mary fueron condicionantes fundamentales para cocinar una novela considerada un auténtico clásico. La mezcla de las dimensiones humanas, góticas y morales en el encorsetamiento de principios de 1800 resulta una fuente de inspiración grandiosa en su obra.


La vida de Mary comienza con la ausencia de su figura materna, elemento que será trascendental en su novela. La muerte de Mary Wollstonecraft a raíz de una infección tras el parto dejaría a su marido, William Godwin, al cargo de sus hijas. Esto supone para Mary Shelley una ausencia, una pérdida, una falta de asentamiento con el mundo que comenzará a obsesionarla a posteriori (con el nacimiento y fallecimiento de su hija y su fijación para ser una buena madre).



A ello se suma el boom que en este momento histórico tendrá el galvanismo. Este nombre, asociado al padre que lo investigó –el italiano Luigi Galvani– mantenía que la electricidad se comportaba como una fuerza vital innata y por ello se aseguraba que los tejidos de los animales contenían en sí mismos electricidad, pudiendo estimular el organismo y proporcionar vida. Resucitar un cuerpo que ya estaba muerto.



Cuando Mary entra en contacto con estas teorías científicas que ya se abrían paso en el siglo del crecimiento exponencial de la ciencia, su criatura ya estaba rondando en su cabeza.


Devolver a la vida un cuerpo inerte suponía una crisis moral que se materializó en su obra Frankenstein. Una cosmovisión que se rompía desde el minuto en que el ser humano es capaz de traspasar las normas hasta entonces conocidas.

La concesión de la criatura, la obsesión de un Dios (o sumo hacedor según la concepción filosófica) materializado en un hombre y la capacidad para transgredir lo humano suponen una carta de presentación a la moral muy fuerte.


Pero es cierto que Mary, cuando pensaba en su engendro, también asumió la dicotomía de un personaje que iba a ser rechazado por la sociedad, donde la soledad, el odio y la exclusión serían bazas fundamentales. No choca mucho pensar que algunos de los acontecimientos vividos por la propia Mary cuando abandona su casa para fugarse con Claire (su hermanastra) y Percy y viajar por Europa generaron en sus círculos familiares y sociales cierto rechazo y exclusión. El hecho de estar embarazada de un hombre casado (que posteriormente quedó viudo por el suicidio de su mujer Harriet) también ponía en boca de muchos la falta de cordura y decoro de una muchacha como ella.



Experiencias vitales que, cómo no, sufriría su criatura. El rechazo de un engendro que no había pedido vivir y que, sin embargo, por la fantasía de Víctor Frankenstein resurgía de lo más profundo del ser humano; la dicotomía entre el bien y el mal. Lo correcto y lo incorrecto. Lo ético y lo transgresor.


La sucesión de instantáneas vitales de Shelley (visión de su criatura incluida) amalgaman la perfecta definición de concepto romántico. Una historia lúgubre, marcada por el devenir de una vida que oscilaba entre la pasión, el amor, la vida y la muerte. La batalla entre ciencia y religión. Y subyacente a todo ello, como eje central, el ser humano y su moral. El intento de subir al Olimpo y convertir en una deidad a una criatura carnal.


La obra de Mary Shelley supone, por tanto, el inicio de la novela contemporánea y de ciencia ficción. Un campo en el que las posibilidades para jugar son infinitas. Asienta las bases para un entretenimiento y juego mental delicioso, pero cuidado, también aboga por una reivindicación social y moral. Un grito hacia lo que está por venir con la Revolución Industrial de fondo y el cuestionamiento existencial.



Y con ello, su propia condición de mujer. En un momento histórico en el que las autorías de las novelas, antologías o poemarios iban rubricadas con nombres masculinos, la irrupción de Mary en el panorama literario supuso un torrente de incalculable valor. Una apuesta y una reivindicación por el papel de la mujer, de su concepción del mundo, sus pensamientos, sus necesidades y su potencial. Una mujer que trasciende la escritura como mero entretenimiento para conjugarlo con la filosofía y la crítica, reflexión y difusión del pensamiento. Y aquí ya no solo entra Frankenstein sino otras de sus obras como Mathilda, El último hombre o Lodore (o La hermosa viuda como también se ha publicado) convirtiéndola en un referente literario.


Hay muchas referencias, críticas literarias, estudios e investigaciones sobre su figura, su vida y su obra. Altamente recomendable para radiografiar a una mujer de su talla. Como recomendación os traemos el tráiler de la película que en 2017 llevó a las pantallas la directora Haifaa Al-Mansour con Elle Fanning encarnando a una joven Mary Shelley.



Sin lugar a duda, que se haya podido rescatar aquel acontecimiento de 1816 en Villa Diodati y convertirlo en el centro neurálgico de una proyección como 2000 Románticos es un auténtico privilegio y una oportunidad.


¿Quién no nos dice que entre nuestros jóvenes de 3º y 4º de ESO no tengamos futuros escritores/as que llenen las páginas del futuro de la literatura?

Seguramente nunca lo descubriremos sin la ayuda de este tipo de certámenes. Pero de una cosa podemos estar seguros. En estos próximos meses los conoceremos. Concretamente el próximo 18 de mayo en el espacio Fundación Telefónica.  

Comments


Entradas destacadas.
Entradas Recientes.
bottom of page