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La literatura no está (del todo) confinada

Desde que el pasado 16 de marzo se decretara el estado de alarma, nuestras vidas han cambiado sustancialmente. Lo que antaño era lo habitual ahora se ha convertido en extraordinario y anhelado deseo. No sabíamos lo que teníamos hasta que de la noche a la mañana nos lo arrebatara todo un enemigo invisible. A partir de ahí, el confinamiento nos ha acompañado durante dos meses (y lo que nos quede por delante) como la forma de prevención y freno de la pandemia.


El mundo de las letras es también uno de ellos. Quizá de los que más acuse esta situación junto con la restauración y el turismo.

Librerías cerradas, presentaciones pospuestas o reinventadas a través de las redes sociales, ferias y congresos literarios, eventos culturales, teatros... todos ellos permanecen en una quietud realmente inquietante.


La incertidumbre sobre el sector y la repercusión que este tiempo de confinamiento va a causar a grandes y pequeños es uno de los quebraderos de cabeza de todos lo que, de una u otra manera, se ganan la vida con los libros.


Y el futuro a medio plazo no es muy alentador. Bien es cierto que en los últimos días hemos comenzado a ver algunos cierres levantados de pequeñas tiendas locales y trabajadores enfundados detrás de múltiples estilos de mascarillas para acercarnos de nuevo esos libros de papel, los que puedes oler y saborear; aquellos que debes descubrir en alguna estantería perdida de una calle de Madrid.


Pero si ha habido una cosa que durante todo este tiempo me ha emocionado es que las letras, la palabra escrita, ha sabido reinventarse para seguir latiendo en estas extrañas circunstancias. Se ha abierto camino en un mundo dominado por la inmediatez, los "me gusta" y lo audiovisual.


He acudido a presentaciones a través de directos en obras de muy distintos géneros, he compartido tertulias con autores/as y moderadores/as y eso me ha permitido acercarme a títulos que de otra manera no hubiera sido posible. Se han desarrollado jornadas virtuales, webinares, formaciones, cursos y talleres. Algunas de las principales escuelas de escritura de este país han desplegado cursos y charlas que nos han llevado a la intimidad con el autor/a, nos han enseñado a pulir la técnica de la escritura o han propuesto retos literarios para pasar las largas jornadas en el hogar.


Y esta situación es fácilmente extrapolable a otras disciplinas artísticas que nos han regalado conciertos, actuaciones, representaciones o cualquier otra manifestación para entretener y divertir al espectador/a. Para evadir y dejar que nuestros corazones encogidos pudieran coger algo de aire.


Este sector que tan duramente va a intentar salir de este momento tan crítico ha vuelto a demostrar la importancia y relevancia de la literatura. De hecho, en los últimos días han salido noticias que mostraban que el índice de lectura de España había subido hasta un 4% durante este tiempo de confinamiento. Seguimos necesitando de historias que nos evadan de la realidad. De entender que un solo mundo no vale y que vivir a través de los ojos, la mente o las circunstancias de otros nos convierten en más empáticos (algo muy necesario en estos momentos).


Las lecturas no han cerrado; tampoco las personas anónimas que se han puesto delante de un ordenador para teclear y tejer nuevas historias. Los autores/as se han volcado con sus lectores/as. Les han abierto las puertas de su casa y han acercado aún más todas esas bambalinas del mundo editorial y literario.


Y ahora que parece que se empieza a ver algo de luz en un túnel al que todavía le queda recorrido, es el momento de que los lectores devolvamos este agradecimiento y acompañamiento en estos últimos meses contribuyendo con la causa. Apostando por los pequeños comercios, por la librería tan cuca de la esquina, por ese amigo que abrió su local con la mayor de las ilusiones y esta crisis le ha dejado al borde del abismo. Compremos y valoremos al sector. Será un proceso lento y costoso, pues en muchas ocasiones no se considerará un libro una primera necesidad, pero si contamos con el hecho de que es una de las mejores medicinas para nuestra mente y nuestro corazón se podrá hacer el esfuerzo de ayudar al prójimo. De salir de esta situación los dos juntos. De dar lo mejor al colectivo.


Todo lo que nos ha dado la palabra es en sí un acto heroico. Es la constatación de la emoción de un individuo, de su creador. Y su criatura es el reflejo de que necesitamos salir de lo ordinario.



Leamos sin límites, disfrutemos sin límites y tendamos la mano. No hay suficiente mundo para que agradezcamos todo lo que los libros, sus historias y personajes, sus paisajes exóticos, sus extraños casos e investigaciones o sus historias de amor han provocado en millones de lectores/as.


Es necesario volver a sentir con la palabra.

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